Las Neurociencias vienen indagando las relaciones entre la música y el cerebro aprendiente, pero no el de aquellos escolares que sin ninguna razón válida se quedan afuera de toda innovación educativa: los niños y niñas de las Escuelas de Educación Especial con Discapacidad Intelectual. Habiendo investigado esta exacta temática/problemática, desafío, invito a abrir distintos espacios constructivos y experimentales sonoros-rítmicos-tímbricos-musicales creativos para que se abandone el rezago del cuaderno, la tiza y el pizarrón que predomina en las aulas y en los actos escolares impuestos, repetitivos y poco creativos, pues la música se abre a todas las posibilidades y oportunidades de aprendizaje y de exploración. Con la música se canta, se baila, se tocan instrumentos, se aprenden o construyen melodías, nacen textos, hay canto coral y al unísono, se comparte, se socializa, se colabora, se aprende a trabajar en grupo, se buscan y proponen soluciones creativas, donde niños y niñas en igualdad de condiciones pueden ampliar los saberes musicales e incorporar otros nuevos al conocimiento específico, para luego aplicarlo en nuevas u otras situaciones de enseñanza y aprendizaje semejantes.