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Alguna vez leí que una obra maestra se mueve siempre, por definición, a la manera de un fantasma. También leí las novelas firmadas por Pablo Farrés. Y también conocí a Pablo en persona. Fue una tarde de invierno. Hablábamos de literatura y de la vida. Él fumaba, yo había logrado dejar el tabaco unos meses antes. Mi excusa fue que quise brindar por el encuentro y le pedí un pucho. En la tercera pitada, me mareé. Sin saber cómo, leí en ese instante El país de los sueños y pensé que Pablo (sus gestos y sus movimientos) no se parecía a sus novelas. No era como Macedonio, Copi o Wilcock que siempre me resultaron idénticos a sus obras. La revelación fue súbita: Pablo Farrés no se parece a su obra porque no existe. Y entonces me vi hablando con Pablo Ferrarese, de literatura y vida. Y vi impreso El país de los sueños, las dos versiones. Vi sus tapas y esta contratapa. Y supe que el Libro había sido quebrado. Que ya no aseguraba la unidad a la que estaba destinado. Que todo libro era un contra-libro, que todo libro era siempre y por siempre otro libro, que el paraíso era el infierno. Inhalé una bocanada de aire y la frase con que comencé esta contratapa se hizo tapa: el fantasma se mueve siempre, por definición, a la manera de una obra maestra. Bienvenidos a El país de los sueños. Para entrar, despierten. En este país, el comité de la esperanza ya fue.

EL PAIS DE LOS SUEÑOS (FARRES) - PABLO FARRES

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Alguna vez leí que una obra maestra se mueve siempre, por definición, a la manera de un fantasma. También leí las novelas firmadas por Pablo Farrés. Y también conocí a Pablo en persona. Fue una tarde de invierno. Hablábamos de literatura y de la vida. Él fumaba, yo había logrado dejar el tabaco unos meses antes. Mi excusa fue que quise brindar por el encuentro y le pedí un pucho. En la tercera pitada, me mareé. Sin saber cómo, leí en ese instante El país de los sueños y pensé que Pablo (sus gestos y sus movimientos) no se parecía a sus novelas. No era como Macedonio, Copi o Wilcock que siempre me resultaron idénticos a sus obras. La revelación fue súbita: Pablo Farrés no se parece a su obra porque no existe. Y entonces me vi hablando con Pablo Ferrarese, de literatura y vida. Y vi impreso El país de los sueños, las dos versiones. Vi sus tapas y esta contratapa. Y supe que el Libro había sido quebrado. Que ya no aseguraba la unidad a la que estaba destinado. Que todo libro era un contra-libro, que todo libro era siempre y por siempre otro libro, que el paraíso era el infierno. Inhalé una bocanada de aire y la frase con que comencé esta contratapa se hizo tapa: el fantasma se mueve siempre, por definición, a la manera de una obra maestra. Bienvenidos a El país de los sueños. Para entrar, despierten. En este país, el comité de la esperanza ya fue.