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Según las categorías de retóricos y teóricos literarios del Renacimiento, la carta de súplica era un género mixto: una súplica judicial para persuadir al rey y las cortes, un relato histórico de las acciones pasadas de uno, y una historia. Quiero dejar que los aspectos “ficcionales” de estos documentos sean el centro de análisis. Por “ficcional” no me refiero a sus elementos falsificados, sino más bien, utilizando el otro y más amplio sentido de la raíz fingere, sus elementos formadores, modeladores y moldeadores: la elaboración de una narrativa. Pero el artificio de la ficción no necesariamente proporcionaba falsedad a un relato; bien podría traerle verosimilitud o verdad moral. El modelado o el embellecimiento de una historia tampoco significaban, necesariamente, falsificación. El lugar dónde debía trazarse esa línea fue una de las controversias creativas del momento. Buscar los aspectos “ficticios” de una carta de súplica no sería, según la definición del siglo XVI, necesariamente la búsqueda de un fraude. ¿Por qué entonces elegir las cartas de remisión? Porque son una de las mejores fuentes de narrativa relativamente ininterrumpida de boca de los sectores más bajos –y, de hecho, de otros también– en la Francia del siglo XVI.

FICCION DE LOS ARCHIVOS - NATALIE ZEMON DAVIS

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Según las categorías de retóricos y teóricos literarios del Renacimiento, la carta de súplica era un género mixto: una súplica judicial para persuadir al rey y las cortes, un relato histórico de las acciones pasadas de uno, y una historia. Quiero dejar que los aspectos “ficcionales” de estos documentos sean el centro de análisis. Por “ficcional” no me refiero a sus elementos falsificados, sino más bien, utilizando el otro y más amplio sentido de la raíz fingere, sus elementos formadores, modeladores y moldeadores: la elaboración de una narrativa. Pero el artificio de la ficción no necesariamente proporcionaba falsedad a un relato; bien podría traerle verosimilitud o verdad moral. El modelado o el embellecimiento de una historia tampoco significaban, necesariamente, falsificación. El lugar dónde debía trazarse esa línea fue una de las controversias creativas del momento. Buscar los aspectos “ficticios” de una carta de súplica no sería, según la definición del siglo XVI, necesariamente la búsqueda de un fraude. ¿Por qué entonces elegir las cartas de remisión? Porque son una de las mejores fuentes de narrativa relativamente ininterrumpida de boca de los sectores más bajos –y, de hecho, de otros también– en la Francia del siglo XVI.