«Esta es una obra que habla del movimiento. Es una obra que está en los desplazamientos. Navega entre los corrimientos de los bordes y en la espera agazapada. Es una obra sobre la identidad. El padre. La nación. La lengua. Los límites. Las fronteras. El borde que nos delinea y nos da forma. El contraste. El viaje como forma de encontrar identificación y diferenciación. El espejo. Treinta años de poemas trazan un recorrido que, al menos en una lectura, pueden leerse como una trama de sinécdoques. La búsqueda persistente de la identidad está en ese desdoblamiento, trazado y borramiento de siluetas, de bosquejos, donde el cuestionamiento y el honrar al padre (que está presente en muchos de sus poemas de distintos períodos) es también escudriñar los antepasados y la nación. Tal vez sin proponérselo, Aleš se suma a aquella levedad que proponía Italo Calvino como estrategia para vencer a la piedra realidad y transforma la pesadez amarga de vivir en la liviandad de la gracia, en una forma de la contemplación.»