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No vale la pena entrar a la cultura sin nuestros cuerpos. Pero tampoco que los tratemos como si fueran almas. 

María Moreno
 
La gran masa
 
1.
Jesús está más chau que hola. Esa es la frase que Romagnoli chico escuchó hace un rato frente a la heladería, y que ahora repite una y otra vez en su cabeza. Va montado en su bicicross y avanza despacio por el centro de la calle principal. En el colegio le dicen Romagnoli chico pero se llama Raúl como su abuelo, dueño de casi todos los campos que orillan ese tramo de la ruta 1, y también como su padre, que es candidato a intendente para las próximas elecciones y propone techar el barrio más coqueto del pueblo con una estructura retráctil de hierros y mediasombras (la excusa es un plan de inteligencia contra el granizo). En la familia le dicen Raulito para diferenciarlo. La frase salió de una mujer que se estaba preparando para baldear la vereda, y que decía cosas al aire como si nada trágico estuviera por pasar. Jesús está más chau que hola. Raulito sabe, como buena parte de los vecinos, que Jesús siempre está cerca de morir, pero nunca imaginó que ese destino podía nombrarse de esa manera. Jesús está casi chau y nada de hola, ensaya para él mismo cuando pasa frente al bar, erguido sobre los pedales: nadie lo escucha porque la gente que está en la vereda sólo habla de la gendarmería y del plan de emergencia y evacuación. Jesús ya está listo y chau pichu, dice Raulito unos metros más adelante, cuando llega a la esquina de la plaza y la iglesia: baja una zapatilla al asfalto y la 8 cruz de oro que lleva en el pecho por fin se queda un poco quieta. Jesús se está muriendo, dice por última vez, y mira a los cuatro costados antes de mirar al cielo. 
 

LA PAZ QUE LOS DEMONIOS TEMEN - DIEGO VIGNA

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No vale la pena entrar a la cultura sin nuestros cuerpos. Pero tampoco que los tratemos como si fueran almas. 

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Jesús está más chau que hola. Esa es la frase que Romagnoli chico escuchó hace un rato frente a la heladería, y que ahora repite una y otra vez en su cabeza. Va montado en su bicicross y avanza despacio por el centro de la calle principal. En el colegio le dicen Romagnoli chico pero se llama Raúl como su abuelo, dueño de casi todos los campos que orillan ese tramo de la ruta 1, y también como su padre, que es candidato a intendente para las próximas elecciones y propone techar el barrio más coqueto del pueblo con una estructura retráctil de hierros y mediasombras (la excusa es un plan de inteligencia contra el granizo). En la familia le dicen Raulito para diferenciarlo. La frase salió de una mujer que se estaba preparando para baldear la vereda, y que decía cosas al aire como si nada trágico estuviera por pasar. Jesús está más chau que hola. Raulito sabe, como buena parte de los vecinos, que Jesús siempre está cerca de morir, pero nunca imaginó que ese destino podía nombrarse de esa manera. Jesús está casi chau y nada de hola, ensaya para él mismo cuando pasa frente al bar, erguido sobre los pedales: nadie lo escucha porque la gente que está en la vereda sólo habla de la gendarmería y del plan de emergencia y evacuación. Jesús ya está listo y chau pichu, dice Raulito unos metros más adelante, cuando llega a la esquina de la plaza y la iglesia: baja una zapatilla al asfalto y la 8 cruz de oro que lleva en el pecho por fin se queda un poco quieta. Jesús se está muriendo, dice por última vez, y mira a los cuatro costados antes de mirar al cielo.