Dispersado en una multiplicidad de voces elaboradas a partir de una historia testimonial tomada muchas veces de noticias remotas, el yo poético de estos textos conforma una voz poderosa, implacable, que se mimetiza en vivencias límite y habla desde la herida, desde la calamidad, desde un destino dañado. García del Castaño construye una lírica encubierta en el anonimato que posibilitan esas voces ajenas. Seres vueltos parias inmersos en un conflicto que los arrincona, en la sumisión, en la nulidad de las libres elecciones y en la búsqueda a menudo ilusoria de salvación. Una niña que vive como esclava durante años hasta que logra escapar de su captor, otra comprada por su marido a cambio de animales, un hombre que por venganza mata al cocodrilo que devoró a su mujer, un migrante que se asfixia en un container. En pleno siglo XXI, resabios patriarcales y arcaicos en convivencia con chats, emojis, perfiles; modalidades tecnológicas que incorporan códigos nuevos a la misma humana fragilidad. Laura García del Castaño escribe con el instinto que huele la deshumanización emocional en un paisaje de afectos imposibilitados, enuncia un velado deseo de horizonte desde su insistencia en la pérdida, la soledad, la credulidad del vulnerable. Los animales como ese loro que se niega a comer de la mano del futuro verdugo o ese perro “que torea al dios maloliente del despecho” son dueños aquí de otra sabiduría. García del Castaño compone desde la lucidez y el rechazo, no denuncia sino que encarna, más allá de sí misma, los efectos degradantes de las relaciones humanas en los agujeros de un mundo tan tóxico como injusto. Alicia Genovese