Esther Pagano Merkert, poeta, encendedora de voces, se eleva entre fuegos desde las profundidades, provocando lo ancestral hasta aventar a los cielos los hechos que en los días corren. Al mismo Dios inescrutable llega solicitando la piedad de los esenios para que responda sobre el Alfa y el Omega. El largo viaje que la poeta ha emprendido pide libertad a fuerza del precio de la consciencia. Dice Sujeto y subyugado en lo propenso a los lectores, nos incita a que encontremos, en el Tácito silencio que nos habita, el grito del despertar en la alegría del espíritu. Obliga a Tomás, a tocar la llaga; a Judas, a soltar la traición entre monedas y lágrimas ardientes; a Pedro, que negó al Galileo tres veces antes de que el gallo hubiese cantado dos. Nos reta amanecer con Zoroastro elevados entre nubes, como los huesos quebrados en la cruz de los dos ladrones acompañando al Cristo. Tantas, repite la poeta, siguen como Madelein buscando al desaparecido, y a Verónica estrujando el sudario como las cuentas de un rosario entre sus manos. Nada queda al azar, ni los pañales que envolvieron al recién parido, ni los pañales de las dueñas que reclaman desde su testa y corazón por sus nietos. ¿Qué inusitado trueno desciende, desde el mismo trono del Cristo, hacia las profundidades de los hombres creando entre los Sephiroth, en sus diez combinaciones con las 22 letras del alfabeto hebreo para dar forma a los 44 poemas? La Poeta Esther Pagano Merkert, con Sujeto Tácito, a imitación del Verbo, no deja nunca de dar testimonio que brota por sus venas.