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Silvia Baron Supervielle, en El alfabeto del fuego, da testimonio de la dificultad de mantener intacta la propia lengua después de haberla abandonado para adoptar otra: “Esta constatación es dolorosa. Dos lenguas, al mismo nivel de conocimiento, no pueden coexistir en el hombre. A medida que una progresa, la otra retrocede”. Es un hecho muy extraño, dramático en cierto modo. Muchas de las cosas de las que quería hablar fueron concebidas en otro idioma, así que cambiarlo sólo me habría puesto en dificultades y me habría avergonzado tener que buscar con perífrasis las palabras adecuadas. Al final de uno de los encuentros a los que asistí, se me acercó un señor de Calabria que llevaba varios años viviendo en Argentina. Hablaba un italiano bastante extraño, con un marcado acento cordobés. Me dijo que estaba olvidando cada vez más el italiano y que, además, en su opinión, el español es una lengua hermosa y musical, pero demasiado celosa: una lengua que mata todo a su alrededor, dijo, porque siempre quiere prevalecer sobre las demás. Me pareció una metáfora bien lograda. En ese momento, pensé que estaría bien escribir un libro sobre el celo de la lengua. Estas pequeñas reflexiones sobre la lengua surgen de alguna manera de la historia de ese señor italiano con acento cordobés.

EL CELO DE LA LENGUA - ADRIAN BRAVI

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Silvia Baron Supervielle, en El alfabeto del fuego, da testimonio de la dificultad de mantener intacta la propia lengua después de haberla abandonado para adoptar otra: “Esta constatación es dolorosa. Dos lenguas, al mismo nivel de conocimiento, no pueden coexistir en el hombre. A medida que una progresa, la otra retrocede”. Es un hecho muy extraño, dramático en cierto modo. Muchas de las cosas de las que quería hablar fueron concebidas en otro idioma, así que cambiarlo sólo me habría puesto en dificultades y me habría avergonzado tener que buscar con perífrasis las palabras adecuadas. Al final de uno de los encuentros a los que asistí, se me acercó un señor de Calabria que llevaba varios años viviendo en Argentina. Hablaba un italiano bastante extraño, con un marcado acento cordobés. Me dijo que estaba olvidando cada vez más el italiano y que, además, en su opinión, el español es una lengua hermosa y musical, pero demasiado celosa: una lengua que mata todo a su alrededor, dijo, porque siempre quiere prevalecer sobre las demás. Me pareció una metáfora bien lograda. En ese momento, pensé que estaría bien escribir un libro sobre el celo de la lengua. Estas pequeñas reflexiones sobre la lengua surgen de alguna manera de la historia de ese señor italiano con acento cordobés.