El dilema de la carne hace referencia a la contradicción que experimenta la mayoría de las personas cuando por un lado se manifiestan en contra del sufrimiento animal, al mismo tiempo que financian su tortura y muerte. Como señala Joy, la manera de sostener esta paradoja (y la de cualquier sistema que utilice violencia instrumental), consiste en presentarla como algo necesario para sostener nuestras vidas, cuando lo real es que es solo una elección basada en el sabor y en las costumbres, ya que las dietas vegetales son declaradas completas por la ciencia. Todo sistema opresivo implica poner en marcha complejos mecanismos de defensa para sostenerse funcionando. El principal es la disociación que consiste en eliminar al animal entero del proceso, de modo de percibir la carne como comida, y no como un trozo del animal que alguna vez fue y que murió en las peores condiciones. La eficiencia de este mecanismo se basa en invisibilizar activamente la cría y la matanza. Los estudios sociales presentan la opresión animal como el modelo explotador original, que fue trasladado con el tiempo a ciertos grupos de pares humanos previamente inferiorizados, por lo que este libro está atravesado por la tesis de Patterson: “Nos terminamos haciendo entre nosotros lo que le hacemos a los animales”.