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El matrimonio del cielo y del infierno es una de las obras más emblemáticas de Blake. Por su carácter provocador y su sutil teoría sobre las oposiciones como parte esencial de la vida, ha inspirado a poetas, pensadores y artistas. Prácticamente olvidado en su época (pero admirado por creadores como Flaxman o Füsli), William Blake desconcertó a generaciones de estudiosos que no supieron ver en él más que a un excéntrico perdido en el mundo del inconsciente. No será hasta bien entrado el siglo xx cuando algunos eruditos ofrezcan una nueva visión de Blake. Si bien como artista y como hombre fue profundamente original, en modo alguno fue un alucinado ajeno a la realidad circundante; bien al contrario, fue un lúcido crítico de su época que señaló muchos de sus rasgos siniestros. Su posición ideológica fue siempre nítida y con su arte simbólico acusó lacras tales como la esclavidud o la des- piadada explotación de la revolución industrial. Blake sintió desde niño una decidida inclinación por la poesía y las artes plásticas, que para él siempre formaron una unidad. Su padre le evitó la escuela y lo envíó a dibujar con Henry Pars. Más tarde, aprendió el oficio de grabador con James Basire y en 1788 comenzó a trabajar el aguafuerte. Blake poseía una gran cultura, aunque autodidacta, sus conocimientos e intereses eran muy vastos, asimismo tenía el don de las lenguas pues dominaba el griego, el latín y algo de hebreo. El conoci- miento de sus inquietudes culturales, políticas y religiosas, así como de su entorno familiar y social, dan luz sobre su arte. El matrimonio del cielo y del infierno fue escrito en años de una tensión sin precedentes a causa de la Revolución Francesa. Blake utilizó un lenguaje inspirado en la Biblia que combina el verso, la prosa y el aforismo y lo ilustró con aguafuertes de rango equiparable al texto, expresando en la obra toda la tormenta interior que acompañó el nacimiento de la era contemporánea.

EL MATRIMONIO DEL CIELO Y DEL INFIERNO - WILLIAM BLAKE

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El matrimonio del cielo y del infierno es una de las obras más emblemáticas de Blake. Por su carácter provocador y su sutil teoría sobre las oposiciones como parte esencial de la vida, ha inspirado a poetas, pensadores y artistas. Prácticamente olvidado en su época (pero admirado por creadores como Flaxman o Füsli), William Blake desconcertó a generaciones de estudiosos que no supieron ver en él más que a un excéntrico perdido en el mundo del inconsciente. No será hasta bien entrado el siglo xx cuando algunos eruditos ofrezcan una nueva visión de Blake. Si bien como artista y como hombre fue profundamente original, en modo alguno fue un alucinado ajeno a la realidad circundante; bien al contrario, fue un lúcido crítico de su época que señaló muchos de sus rasgos siniestros. Su posición ideológica fue siempre nítida y con su arte simbólico acusó lacras tales como la esclavidud o la des- piadada explotación de la revolución industrial. Blake sintió desde niño una decidida inclinación por la poesía y las artes plásticas, que para él siempre formaron una unidad. Su padre le evitó la escuela y lo envíó a dibujar con Henry Pars. Más tarde, aprendió el oficio de grabador con James Basire y en 1788 comenzó a trabajar el aguafuerte. Blake poseía una gran cultura, aunque autodidacta, sus conocimientos e intereses eran muy vastos, asimismo tenía el don de las lenguas pues dominaba el griego, el latín y algo de hebreo. El conoci- miento de sus inquietudes culturales, políticas y religiosas, así como de su entorno familiar y social, dan luz sobre su arte. El matrimonio del cielo y del infierno fue escrito en años de una tensión sin precedentes a causa de la Revolución Francesa. Blake utilizó un lenguaje inspirado en la Biblia que combina el verso, la prosa y el aforismo y lo ilustró con aguafuertes de rango equiparable al texto, expresando en la obra toda la tormenta interior que acompañó el nacimiento de la era contemporánea.