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El libro Mujeres indígenas, las que bajaron del cielo, de las periodistas cordobesas Graciela Pedraza y Yaraví Durán, recopila más de dos años de trabajo documental y de campo por distintas comunidades aborígenes de Argentina.
Las autoras rescatan las voces de las protagonistas como el insumo principal para dar forma a esta obra que fue editada en noviembre de manera autogestiva.

Se trata de 14 historias hilvanadas por dos cuestiones fundamentales: ser mujer e indígena en pleno siglo 21. Y no es casual que el hecho de darle voz a dos minorías deba ser reconocido como necesario en medio de las discusiones que los feminismos vienen dando en la última década.

El mapa de Córdoba que realza la vida de comunidades originarias

Pedraza y Durán se aventuraron en el interior profundo de este país tan extenso y desigual para dar con mujeres que libran batallas diarias en sus comunidades y fuera de ellas. El resultado es un texto que mezcla la crónica de viaje con una exhaustiva labor documental que permite entender el contexto de cada historia.
La causa común

Yaraví Durán arranca retomando la idea de Silvia Rivera Cusicanqui (activista boliviana): “La escucha es un modo de mirar y la empatía un modo de comprender el mundo del otro”. Y esto último fue central a la hora de dialogar con todas ellas, dueñas de realidades distintas y difíciles.
Atravesadas por infancias en las que la escuela y su rol homogeneizador las discriminó y humilló, estas líderes comunitarias tienen mucho para decir, aunque rara vez son escuchadas. Perdidas en medio de entornos hostiles para el ojo urbano, ellas tienen en claro lo que sus comunidades demandan y repasan con dolor y alegría sus historias personales que son, además, el reflejo de sus pares.
Allí entre el cacarear de las gallinas, el ladrido de los perros y las visitas de hijos y nietos, estas mujeres aceptaron ser entrevistadas por dos “desconocidas” que venían de una gran ciudad.
“En la fluidez de su habla muchas intercalan palabras de su grupo originario. Margarita Maldonado, por ejemplo, dice Selk´man y luego lo dice en castellano (ona). Es la forma que tienen de recuperar el lenguaje mediante la oralidad y las palabras invisibilizadas durante años”, dice Durán. Y agrega: “Muchas de ellas tuvieron una infancia en la cual sus padres decidieron silenciar su lengua de origen por vergüenza, por temor. Ahora ellas están rescatando esas palabras y una manera de mantener al lenguaje vivo es diciéndolas”.

El consonancia con eso, las autoras decidieron mantener muchas de esas palabras textuales como una forma de reducir la violencia simbólica. En un país que siempre se autodefinió como blanco y descendiente de europeos, los indígenas no pudieron ni siquiera usar su lenguaje para darle nombre a sus hijos, una realidad que de a poco fue cambiando.
“Algunas comunidades ya tienen escuelas bilingües. Es muy interesante el proceso que hacen con ese tema porque, por ejemplo, la lengua huarpe había sido académicamente considerada como extinguida. Ahora a los nietos de las entrevistadas ya se les puede dar nombres indígenas, hace 20 años atrás estaba prohibido”, dice Durán.

Sobre eso, Pedraza suma: “Ellas tienen claro que la escuela las maltrató, las discriminó y saben que cambiarla es fundamental. Las discriminaron por no saber escribir su nombre pero aun en esas condiciones ellas valoran la escuela”.
Lo femenino
La maternidad, la familia, la cuestión comunitaria y las necesidades de sus pares son los principales temas que las mujeres se animan a exponer en estos relatos en primera persona.
Según Pedraza, lo más sorprendente fue corroborar el grado de organización que muchas de ellas encabezan dentro de sus territorios.

Celebración a la Pachamama en tiempos de pandemia: "El virus nos hará tomar conciencia"

“La organización es más reciente pero a eso le precede una honda reflexión que las hace salir de sus comunidades para exigir sus derechos. Como ha habido y sigue habiendo mucho machismo, a ellas no les ha sido delegado el conocimiento sino que lo han tenido que salir a buscar”, dice Pedraza sobre el vínculo con la sociedad criolla.
Y agrega que las presiones familiares y sociales las han llevado muchas veces a quedarse sin avanzar en algunas cuestiones: “En el fondo todo ser humano quiere ser aceptado dentro de su grupo y romper con eso es muy costoso y doloroso. En estas comunidades indígenas, la cosa es más complicada porque romper con algunos códigos se experimenta como una traición, te lo hacen sentir de esa manera”.
Sobre cuáles son sus mayores demandas y cómo se pueden vincularse con las de los distintos feminismos, Pedraza pide retomar la idea de lo “femenino”: “Hemos observado que ciertos planteos que nosotras hacemos desde los feminismos urbanos a ellas no las interpelan. Por ejemplo recuerdo un Encuentro Nacional de Mujeres en el que había talleres sobre la temática del aborto y no había representantes indígenas. Sus necesidades son la escuela, la salud, el territorio y son tan urgentes que ellas en ningún momento plantean temáticas como el aborto”. Y aclara que pese a que no son sus prioridades, en ningún momento van contra la lucha de otras feministas.
Y cierra: “Cuando vos no tenés agua lo más importante es salir a buscar quién te va a dar esos caños, reivindicando tu condición de indígena y exigiendo desde ese lugar. Ellas están a la cabeza de cosas muy grosas, de organizaciones que a veces no tienen un correlato teórico porque lo van haciendo en base a las necesidades que esas comunidades reclaman”.
Mujeres indígenas, las que bajaron del cielo
Graciela Pedraza y Yaraví Durán
268 páginas

 

Otro comentario: http://diariotortuga.com/2021/03/19/ser-mujer-aborigen-y-luchadora-las-historias-del-libro-mujeres-indigenas-las-que-bajaron-del-cielo/

 

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El libro Mujeres indígenas, las que bajaron del cielo, de las periodistas cordobesas Graciela Pedraza y Yaraví Durán, recopila más de dos años de trabajo documental y de campo por distintas comunidades aborígenes de Argentina.
Las autoras rescatan las voces de las protagonistas como el insumo principal para dar forma a esta obra que fue editada en noviembre de manera autogestiva.

Se trata de 14 historias hilvanadas por dos cuestiones fundamentales: ser mujer e indígena en pleno siglo 21. Y no es casual que el hecho de darle voz a dos minorías deba ser reconocido como necesario en medio de las discusiones que los feminismos vienen dando en la última década.

El mapa de Córdoba que realza la vida de comunidades originarias

Pedraza y Durán se aventuraron en el interior profundo de este país tan extenso y desigual para dar con mujeres que libran batallas diarias en sus comunidades y fuera de ellas. El resultado es un texto que mezcla la crónica de viaje con una exhaustiva labor documental que permite entender el contexto de cada historia.
La causa común

Yaraví Durán arranca retomando la idea de Silvia Rivera Cusicanqui (activista boliviana): “La escucha es un modo de mirar y la empatía un modo de comprender el mundo del otro”. Y esto último fue central a la hora de dialogar con todas ellas, dueñas de realidades distintas y difíciles.
Atravesadas por infancias en las que la escuela y su rol homogeneizador las discriminó y humilló, estas líderes comunitarias tienen mucho para decir, aunque rara vez son escuchadas. Perdidas en medio de entornos hostiles para el ojo urbano, ellas tienen en claro lo que sus comunidades demandan y repasan con dolor y alegría sus historias personales que son, además, el reflejo de sus pares.
Allí entre el cacarear de las gallinas, el ladrido de los perros y las visitas de hijos y nietos, estas mujeres aceptaron ser entrevistadas por dos “desconocidas” que venían de una gran ciudad.
“En la fluidez de su habla muchas intercalan palabras de su grupo originario. Margarita Maldonado, por ejemplo, dice Selk´man y luego lo dice en castellano (ona). Es la forma que tienen de recuperar el lenguaje mediante la oralidad y las palabras invisibilizadas durante años”, dice Durán. Y agrega: “Muchas de ellas tuvieron una infancia en la cual sus padres decidieron silenciar su lengua de origen por vergüenza, por temor. Ahora ellas están rescatando esas palabras y una manera de mantener al lenguaje vivo es diciéndolas”.

El consonancia con eso, las autoras decidieron mantener muchas de esas palabras textuales como una forma de reducir la violencia simbólica. En un país que siempre se autodefinió como blanco y descendiente de europeos, los indígenas no pudieron ni siquiera usar su lenguaje para darle nombre a sus hijos, una realidad que de a poco fue cambiando.
“Algunas comunidades ya tienen escuelas bilingües. Es muy interesante el proceso que hacen con ese tema porque, por ejemplo, la lengua huarpe había sido académicamente considerada como extinguida. Ahora a los nietos de las entrevistadas ya se les puede dar nombres indígenas, hace 20 años atrás estaba prohibido”, dice Durán.

Sobre eso, Pedraza suma: “Ellas tienen claro que la escuela las maltrató, las discriminó y saben que cambiarla es fundamental. Las discriminaron por no saber escribir su nombre pero aun en esas condiciones ellas valoran la escuela”.
Lo femenino
La maternidad, la familia, la cuestión comunitaria y las necesidades de sus pares son los principales temas que las mujeres se animan a exponer en estos relatos en primera persona.
Según Pedraza, lo más sorprendente fue corroborar el grado de organización que muchas de ellas encabezan dentro de sus territorios.

Celebración a la Pachamama en tiempos de pandemia: "El virus nos hará tomar conciencia"

“La organización es más reciente pero a eso le precede una honda reflexión que las hace salir de sus comunidades para exigir sus derechos. Como ha habido y sigue habiendo mucho machismo, a ellas no les ha sido delegado el conocimiento sino que lo han tenido que salir a buscar”, dice Pedraza sobre el vínculo con la sociedad criolla.
Y agrega que las presiones familiares y sociales las han llevado muchas veces a quedarse sin avanzar en algunas cuestiones: “En el fondo todo ser humano quiere ser aceptado dentro de su grupo y romper con eso es muy costoso y doloroso. En estas comunidades indígenas, la cosa es más complicada porque romper con algunos códigos se experimenta como una traición, te lo hacen sentir de esa manera”.
Sobre cuáles son sus mayores demandas y cómo se pueden vincularse con las de los distintos feminismos, Pedraza pide retomar la idea de lo “femenino”: “Hemos observado que ciertos planteos que nosotras hacemos desde los feminismos urbanos a ellas no las interpelan. Por ejemplo recuerdo un Encuentro Nacional de Mujeres en el que había talleres sobre la temática del aborto y no había representantes indígenas. Sus necesidades son la escuela, la salud, el territorio y son tan urgentes que ellas en ningún momento plantean temáticas como el aborto”. Y aclara que pese a que no son sus prioridades, en ningún momento van contra la lucha de otras feministas.
Y cierra: “Cuando vos no tenés agua lo más importante es salir a buscar quién te va a dar esos caños, reivindicando tu condición de indígena y exigiendo desde ese lugar. Ellas están a la cabeza de cosas muy grosas, de organizaciones que a veces no tienen un correlato teórico porque lo van haciendo en base a las necesidades que esas comunidades reclaman”.
Mujeres indígenas, las que bajaron del cielo
Graciela Pedraza y Yaraví Durán
268 páginas

 

Otro comentario: http://diariotortuga.com/2021/03/19/ser-mujer-aborigen-y-luchadora-las-historias-del-libro-mujeres-indigenas-las-que-bajaron-del-cielo/