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Los superhéroes no cortan yuyos, de Gustavo Borga, es una pieza teatral. Corren los años 90 del siglo pasado. Juan y Pedro, sus protagonistas, trabajan desmalezando terrenos por una paga miserable. Alguna vez tuvieron empleos más dignos y mejor remunerados, pero la política económica implementada por el gobierno de Carlos Menem los obligó al retiro voluntario y, de ahí en más, a una vida reducida a la mera subsistencia cotidiana. En sus derroteros personales (trayectorias marcadas por la penuria y el desaliento), se trama la debacle de un país condenado a la pobreza masiva y se anticipa la hecatombe que estallará en el 2001. No obstante, y a pesar de lo aciago de las circunstancias, Juan y Pedro se permiten la ensoñación y el desvarío. Sus diálogos disparatados no sólo constituyen evasiones de ocasión; son asimismo punzantes vectores lanzados hacia el rostro oscuro de una época despiadada. Al igual que en la poesía del autor, aquí descuellan el humor negro y la ironía corrosiva. Esos tonos dan sostén a un cúmulo de situaciones teatralmente absurdas en las que cristaliza una perspectiva social tan acre como demoledoramente lúcida.

LOS SUPERHEROES NO CORTAN YUYOS - GUSTAVO BORGA

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Los superhéroes no cortan yuyos, de Gustavo Borga, es una pieza teatral. Corren los años 90 del siglo pasado. Juan y Pedro, sus protagonistas, trabajan desmalezando terrenos por una paga miserable. Alguna vez tuvieron empleos más dignos y mejor remunerados, pero la política económica implementada por el gobierno de Carlos Menem los obligó al retiro voluntario y, de ahí en más, a una vida reducida a la mera subsistencia cotidiana. En sus derroteros personales (trayectorias marcadas por la penuria y el desaliento), se trama la debacle de un país condenado a la pobreza masiva y se anticipa la hecatombe que estallará en el 2001. No obstante, y a pesar de lo aciago de las circunstancias, Juan y Pedro se permiten la ensoñación y el desvarío. Sus diálogos disparatados no sólo constituyen evasiones de ocasión; son asimismo punzantes vectores lanzados hacia el rostro oscuro de una época despiadada. Al igual que en la poesía del autor, aquí descuellan el humor negro y la ironía corrosiva. Esos tonos dan sostén a un cúmulo de situaciones teatralmente absurdas en las que cristaliza una perspectiva social tan acre como demoledoramente lúcida.